Rescate a España: diez claves para entender qué está pasando
1. Que la prima de riesgo lleve varios días por encima de 500 puntos es gravísimo, pero no es lo peor. El problema más urgente no es el déficit público y cómo financiarlo (que también). Es el enorme agujero de la banca. Y quién lo va a pagar.2. Las cuentas que se hacen los mercados: si Bankia necesita otros 19.000 millones de euros del dinero público para evitar el colapso, ¿cuántos millones harán falta para cubrir los boquetes del ladrillo en el resto de las entidades financieras españolas? Lo dirán los dos auditores extranjeros que van a evaluar a nuestros bancos y cajas, pero algunos informes ya hablan de entre 40.000 y hasta 200.000 millones de euros; entre el 4 y el 20% de nuestro PIB. ¿De dónde va a salir esa montaña de dinero? Es ahí donde los 539 puntos de prima de riesgo se convierten en un problema aún peor. España no tiene capacidad para conseguir esa financiación en los mercados porque el tipo de interés sería disparatado, imposible de asumir. Y si España tuviese que financiar todo ese sapo sin ayuda, la prima de riesgo subiría todavía más hasta forzar el colapso del país. Que el boquete de Bankia pasase de 4.000 millones a 19.000 en apenas una semana no ayuda: da la impresión de que hay un agujero “a la griega”, que los balances no son de fiar.
3. Alemania hace meses que ofrece un rescate al Gobierno. Zapatero dijo no a Merkel en una docena de ocasiones y otras tantas llevará ya a estas alturas Rajoy. El problema es que un rescate implicaría condiciones durísimas, como las que ya padecen en Grecia, en Irlanda o en Portugal. El rescate implicaría que las decisiones políticas las tomarían los acreedores y el primer interés del acreedor es cobrar, no el futuro de la economía del país o el bienestar de la población. El rescate es la última opción.
4. El Gobierno de Rajoy es consciente de estas cuentas y por eso está maniobrando para buscar otra salida a la situación que ha provocado Bankia. Ya ha intentado dos cosas: que el fondo de rescate salve a los bancos –sin pasar por el Estado– y también inyectar deuda pública directamente en los bancos.
5. Lo de inyectar deuda pública en los bancos parecía una buena idea. La jugada era la siguiente. El Gobierno, en lugar de poner dinero en Bankia (y los demás bancos que necesiten capital), pone papelitos: inyecta bonos del Tesoro. El banco después lleva esos bonos al Banco Central Europeo (BCE), que se los cambia por un préstamo al 1% de interés; la deuda pública sirve como aval. Y así, sin necesidad de sacar una montaña de deuda al mercado de una vez, España va pagando el dinero en cómodos plazos a un tipo de interés mucho más bajo. ¿El problema? Que el BCE ha dicho que no.
6. La otra opción –que el fondo de rescate europeo inyecte capital a los bancos, sin pasar por los estados– era incluso mejor. Con esa fórmula, son los bancos a título individual quienes piden el rescate y España no tiene que asumir la deuda de su sector financiero: es la Unión Europea en su conjunto la que corre el riesgo y la que aporta la financiación necesaria. La idea inicial la lanzó el FMI hace unos meses. Ayer por la mañana, la Comisión Europea entreabrió esa posibilidad. Sin embargo, por la tarde el vicepresidente de la Comisión y responsable de Asuntos Económicos, Olli Rehn, cerró esa puerta de nuevo. ¿La razón? Alemania dice no y la normativa aprobada no permite esta opción.
7. Alemania, por muchos paseos en barco que Mariano Rajoy se dé con Angela Merkel, solo parece dispuesta a aceptar una salida para España: la intervención con todas las letras, el rescate. Si Alemania va a poner el dinero, Alemania quiere decidir cómo se gasta y eso en la práctica conlleva que España pierda la poca soberanía que aún mantiene. Como Grecia. Como Irlanda. Como Portugal.
8. El Gobierno, a la desesperada, juega sus últimas carta con Luis de Guindos en Alemania y con otro viaje imprevisto (por mucho que desde La Moncloa se intente vestir la situación de normalidad): el de Soraya Sáenz de Santamaría a EEUU. La vicepresidenta se reunirá hoy con el secretario del Tesoro de Obama, Timothy Geithner, y con la directora del FMI, Christine Lagarde. El viaje de emergencia, dentro de esta situación y con Alemania diciendo a todo que no (salvo al rescate), solo puede significar una cosa: que la intervención es inminente. Así lo interpretan fuentes del propio Gobierno y de la oposición.
9. Solo queda una última oportunidad: que sea el FMI quien preste el dinero a España para refinanciar a los bancos. Pero ese dinero, una vez más, vendrá con un manual de instrucciones; con una serie de condiciones, recortes y “reformas”, como bien saben otros países que han acabado así. Si es el FMI quien nos rescata, el Gobierno podrá vender que en realidad no es una intervención. No es gran consuelo: en caso de ruptura del euro, es mucho mejor deber el dinero a Europa que al FMI, un organismo al que ni siquiera Argentina se atrevió a hacer un default.
10. De una manera u otra, salvo que Alemania dé su brazo a torcer, se acaba el poco margen que le quedaba a España y a su soberanía nacional. En el mejor de los casos, el rescate se camuflará de “recomendaciones” de la UE, que Rajoy aplicará al dictado a cambio de que se mueva el BCE (que hoy no está por la labor). En el escenario más probable, el Gobierno de Rajoy intentará como sea aguantar hasta que llegue el 1 de julio, hasta que entre en funcionamiento el Mecanismo Europeo de Estabilidad; puestos a ser intervenidos, las condiciones de este organismo se supone que serán mejores que las del Fondo europeo de estabilidad. En el peor de los casos, el rescate y la intervención del país podrían ser efectivos en cuestión de días, como busca Alemania. Es lo que hay.
El Gobierno no sabe de dónde sacará el dinero para rescatar a la banca española
La gran pregunta que todo el mundo se hace en el sector financiero no es si va a hacer falta más dinero para recapitalizar la banca española -que se da por descontado- sino de dónde va a salir. De hecho, ni siquiera se sabe todavía cómo se van a pagar los 19.000 millones adicionales concedidos a BFA-Bankia, después de que el BCE se negara a financiarlo (posteriormente lo desminitió). Ayer Bruselas abrió la mano a que el mecanismo de rescate europeo pueda inyectar dinero directamente en los bancos, pero rápidamente Alemania mostró su oposición. Y el Gobierno español, a todo esto, insiste en que no hará falta dinero europeo "de momento", lo cual no hace sino incrementar la incertidumbre con la prima de riesgo en 540 puntos básicos.En teoría, existen tres formas de recapitalizar la banca: con dinero del sector, lo que obliga a reponer el Fondo de Garantía de Depósitos (actualmente vacío) con ingentes cantidades que las entidades no están dispuestas a adelantar; con dinero público; y si, como todo indica, no hay suficiente para cubrir las necesidades del sector por las restricciones presupuestarias, con dinero europeo.
Estas necesidades derivan no sólo de los dos Decretos de saneamiento publicados por el ministro De Guindos, sino de las necesidades adicionales que aflorarán de los test de estrés que están realizando Oliver Wyman y Roland Berger. Todo el mundo en el sector asume que estas pruebas supondrán provisiones adicionales para las entidades -en línea de los porcentajes que va a sanear Bankia, lo que supondría unos 60.000 millones adicionales-, aunque en este punto Economía prefiere alimentar también la incertidumbre: "No hay que adelantar acontecimientos, se verá a la luz de los resultados", según un portavoz del departamento.
Como informó ayer El Confidencial, los mercados dan por descontado que será necesario un rescate del sector financiero español. Y no sólo los mercados: fuentes del Banco de España reconocen que incluso en el seno del supervisor están convencidos de que no va a haber más remedio que apelar a los fondos comunitarios para recapitalizar las entidades. El viaje del ministro ayer a Alemania refuerza esa creencia. Incluso algunas de las fuentes consultadas se muestran partidarias de un "manguerazo", es decir, de inyectar dinero a todo el mundo incluyendo los grandes, para acabar de una vez por todas con la desconfianza en nuestro sistema financiero.
Prácticamente todas las entidades lo han asumido y algunas hasta se atreven a decirlo en voz alta. Josep Oliu, presidente del Banco Sabadell, se mostró ayer partidario de que el fondo europeo de rescate pueda inyectar capital directamente la banca, porque permitiría al Gobierno español "no poner en duda" su capacidad de cumplimiento de los requisitos de déficit y su compromiso con el impulso de las reformas necesarias. Ahora bien, otras fuentes del sector consideran que "un rescate sólo delos bancos te deja el estigma de todas formas, y lo peor es que a cambio nos van a exigir unas medidas mucho más duras que las que se han tomado hasta ahora".
La cuestión entonces es si nuestros socios comunitarios están dispuestos o no a poner ese dinero para la banca española. El BCE ha dejado claro que no aceptará fórmulas inusuales como la de inyectar a los bancos deuda pública que luego se pueda descontar en el instituto emisor; a pesar dle desmentido de ayer, el consejero austríaco en el BCE, Ewald Nowotny, dejó bien claro el lunes que “el rescate de bancos es responsabilidad de los gobiernos nacionales” y que “la responsabilidad del BCE está en el ámbito de la liquidez, no de la solvencia”.
Rechazo de Alemania al rescate de bancos
La esperanza llegó ayer cuando la Comisión Europea suscribió la propuesta de que el fondo de rescate pueda entrar a recapitalizar directamente las entidades en apuros, sin la mediación del Estado. El informe de la Comisión con las recomendaciones estratégicas para este año asegura que "una integración más profunda entre los países de la zona euro en las estructuras de supervisión, en la gestión de crisis transfronterizas, en el reparto de las cargas, hacia una unión bancaria, sería un importante complemento a la actual estructura" de la UEM. En este contexto afirma que "debe contemplarse una recapitalización directa".
Pero la alegría duró poco. Alemania, Holanda y Finlandia mostraron rápidamente su oposición a esta medida. "El tratado constitutivo del fondo de rescate recoge explícitamente que solo puede prestar dinero a los Gobiernos, lo que implica un rescate al país, a cambio de promesas de reformas", advirtió el portavoz del Gobierno alemán, Steffen Seibert, quien reiteró que "el rechazo alemán es bien conocido".
Por tanto, va a ser my difícil superar este obstáculo, que, si sigue en pie, puede obligar a un rescate de España en toda regla. Y, aunque se supere, pasarán meses hasta que se resuelva la discrepancia, un tiempo que los mercados no van a conceder ni a la banca ni a la deuda pública españolas. Con lo cual sigue en pie la pregunta: ¿De dónde va a salir el dinero para rescatar a la banca española?
El presidente del BCE, Mario Draghi, ha hablado hoy de Bankia. El caso del banco español, que califica de sistémico, muestra cómo los problemas en banca se subestiman y la necesidad de una supervisión centralizada del sector.
SEIS RAZONES PARA NO PERMANECER EN EL EURO.
PD3: Los Costes de Romper el Euro: No Nos Fijemos en Argentina
Hoy en Expansión hemos sacado Jesús Fernández-Villaverde, Tano Santos y yo nuestra interpretación de la “solución Argentina” (que no nos parece solución en absoluto, ni ejemplo útil, por ser claros).Los Costes de Romper el Euro: No Nos Fijemos en Argentina
(de Jesús Fernández Villaverde, Luis Garicano y Tano Santos)
El agudo recrudecimiento de la crisis financiera en Europa en las últimas semanas ha colocado la discusión sobre los efectos de la ruptura del Euro encima de la mesa de una manera mucho más clara que nunca. Antes de pensar si España debe de seguir o no en el Euro, uno tiene que estimar los efectos, positivos y negativos, de una ruptura de la unión monetaria. El problema es que nunca hemos vivido una situación como esta y por ello, cualquier evaluación de estos efectos es casi imposible. Aquellos que defienden una postura u otra con gran vehemencia hablan, en nuestra opinión, más basados en prejuicios ideológicos que en una análisis frío y objetivo de la evidencia existente.
Y, aunque no tenemos ejemplos de rupturas de instituciones como el Euro, si que hay otros casos, como la disolución de la unión monetaria en Austro-Hungría o el divorcio de la República Checa y Eslovaquia, de los que podemos aprender, tanto en sus similitudes como en sus diferencias.
Pero en vez de discutir en detalle estos casos, nos vamos a centrar en las siguientes líneas en Argentina. Tras varios años de grave crisis económica, en 2001-2002 Argentina suspendió los pagos de su deuda soberana, abandonó la paridad del peso con el dólar e impuso el corralito a sus ahorradores. El caso argentino es relevante por dos razones. Uno, porque dados nuestros vínculos históricos, Argentina aparece constantemente en nuestros medios de comunicación. Dos, porque el rápido crecimiento económico de Argentina después de 2002 se esgrime a menudo como evidencia tanto a favor de una política económica heterodoxa como de los posibles efectos positivos de salirnos del Euro.
En este artículo presentamos dos argumentos: uno, nuestra interpretación de la experiencia argentina no es tan positiva como la de otros observadores; dos, creemos que el ejemplo de Argentina puede ser poco relevante para España.
Empecemos con nuestra interpretación de la experiencia argentina. Para ilustrarla, utilizaremos datos de PIB per cápita de distintos países de Iberoamérica compilados por el Banco Mundial en términos de paridad de compra (es decir, ya descontados los efectos de la inflación y del distinto poder adquisitivo de cada moneda). La práctica generalmente aceptada en economía es elegir como año base para realizar comparaciones el año del pico del ciclo. En el caso de Argentina fue 1998. Así, si normalizamos el PIB per cápita real en Argentina a 100 en 1998, en 2010 (el último año para el que el Banco Mundial nos da números), el PIB per cápita real fue de 131, lo que nos da un crecimiento de 2.3% al año de media. Pero este crecimiento medio esconde dos periodos bien distintos: de 1998 a 2002, donde el PIB per cápita real pasó de 100 a 78.3, y de 2002 a 2010 donde pasó de 78.3 a 131. En otras palabras, buena parte del fuerte crecimiento económico simplemente fue un efecto “rebote” de la gran caída del PIB durante la crisis.
Se podría argumentar que este efecto “rebote” y el crecimiento adicional de 31% no hubieran ocurrido sin el abandono de la paridad o el repudio de las deudas. Para evaluar esta respuesta, lo que podemos hacer es mirar a otros países de la región que sean relativamente comparables a Argentina pero con una política económica más convencional y preguntarnos cómo lo han hecho. Para ello seleccionamos a Brasil, Chile y Perú (Bolivia, Uruguay y Paraguay, por varias razones, son menos comparables). Si repetimos el mismo ejercicio que hicimos con Argentina, normalizando el PIB per cápita real de cada país a 100 en 1998, vemos que el PIB per capital real de Brasil es 129.1, el de Chile es 131.3 y el de Perú 155.5. Es decir, en este grupo de 4 países, Argentina lo ha hecho peor que Perú y (marginalmente) Chile y solo un poco mejor que Brasil. No parece, al menos a primera vista y con la cautela que se precisa en las comparaciones internacionales, que la política económica argentina haya ayudado en exceso con respecto a la de sus vecinos.
A la vez, Argentina sufre hoy de fuertes tensiones económicas a punto de estallar y que son precisamente consecuencia de las decisiones de los últimos diez años. La expropiación de YPF, el sistemático falseamiento de las estadísticas económicas, las crecientes limitaciones a la movilidad del capital o la distancia entre el tipo de cambio oficial y el “paralelo” son signos indudables de problemas futuros. Bien pudiera ser que en uno o dos años, una vez que se ha agotado todo lo que el modelo kircherista tenía que dar, la impresión general de la situación económica argentina sea mucho más negativa.
Lo que uno sí que puede hacer es pensar en qué hubiera ocurrido con una Argentina que en 2001 hubiese abandonado la paridad de manera ordenada, con una re-estructuración pactada con el FMI y con una política durante los siguientes años mucho más respetuosa del mercado como mecanismo de asignación de recursos. Dados los ejemplos de alto crecimiento de Brasil, Chile o Perú, los altísimos precios de las materias primas que Argentina exporta, el tirón que supone Brasil para la región, la bonanza internacional de 2002-2007 generada por la burbuja financiera en EE.UU. y Europa y recordando el enorme espacio de convergencia que Argentina ha acumulado en décadas de bajo crecimiento, pensamos que, bajo una política económica más convencional, el crecimiento de Argentina hubiese sido incluso más alto y, lo que es más importante, con menos desequilibrios como los existentes en este momento.
En resumen, lejos de considerar a Argentina como un éxito, la vemos como una gran oportunidad perdida (otra más) para que este país recuperase de manera sostenible el atraso con las naciones más avanzadas.
Nuestro segundo argumento es que, independientemente de si uno subscribe o no nuestro análisis anterior, el ejemplo de Argentina es poco relevante para España y otros países de la Eurozona.
Esto es por tres razones. Primero, porque Argentina en 2001 era una economía mucho menos integrada con el resto del mundo que España en 2010. En 2001, el comercio internacional de Argentina fue el 21.7% de su PIB. En 2010, el comercio internacional de España fue el 54.7% de nuestro PIB. Además, buena parte de las exportaciones argentinas se concentran en materias primas (soja, carne y otros productos agrícolas) mientras que las nuestras se basan mucho más productos industriales (coches y otra maquinaria). Cuando Volkswagen produce un coche en Pamplona o Citroën en Vigo son parte de una cadena de valor internacional muy compleja. Si Argentina es expulsada de los mercados financieros internacionales, su capacidad de exportar apenas es afectada y, si además ha habido una devaluación, sus productos son particularmente competitivos. En comparación, si España estuviese en la misma situación, bien pudiera ser que nuestra capacidad de exportar y, en general, de producir bienes y servicios fuera afectada de manera mortal. Un ejemplo sencillo es el siguiente. Si un periódico en Argentina es impreso con papel y tinta nacional, una devaluación e impago de la deuda no tiene mayor impacto en la empresa del rotativo. Si en España el periódico se imprime con papel que viene de Austria y la tinta de Bélgica, una ruptura del Euro puede suponer el fin de la empresa.
Un caso que ilustra estos efectos el de Finlandia en 1991-93. La caída de la Unión Soviética fue un grandísimo shock negativo para este país escandinavo. Finlandia se había especializado en exportar bienes industriales a cambio de productos energéticos a la Unión Soviética a precios muy favorables. La repentina disolución de estas relaciones bilaterales entre ambos países hizo que el PIB en Finlandia se redujese un 11% entre 1990 y 1993 y la recuperación fue lenta y dolorosa a pesar de las buenas instituciones que Finlandia disfruta.
Segundo, porque en 2001, Argentina era una economía mucho menos bancarizada que la nuestra lo es ahora. De nuevo utilizando datos del Banco Mundial para asegurar su comparabilidad, en el año 2000, el crédito doméstico al sector privado en Argentina era el 23.9% del PIB. En España, en 2010 (el último año en la base de datos del Banco Mundial), fue el 211.6%. En otros palabras: cualquier colapso generalizado del sector financiero estilo corralito tendría un efecto un orden de magnitud más negativo en España que en Argentina. Es más: el efecto sería duradero. En 2010, en Argentina, el crédito doméstico es únicamente el 14.6% del PIB, lejos del nivel de 2000. Aún peor, la pérdida de confianza en la sociedad argentina en los contratos privados y en la seguridad jurídica tardará décadas en recuperase, con el consiguiente lastre en el crecimiento económico.
Pensar, como se argumenta a veces, que dado que la verdadera riqueza de las familias españolas son sus viviendas y que estas no se verían afectadas en exceso por este colapso del sector financiero demuestra una ingenuidad preocupante y, lo que es más grave, un profundo desconocimiento de historia económica. Solo por poner un caso reciente: en Japón el suelo comercial ha perdido el 86% de su valor entre el pico de su burbuja y hoy (en algunos distritos de Tokio la caída ha sido de más del 99%) y el suelo residencial el 65%. Y eso a pesar de que en Japón no hubo colapso financiero, solo una gran recesión.
Tercero, porque el presupuesto argentino se vio inmediatamente favorecido por la fuerte devaluación ya que el mismo depende crucialmente del precio relativo de sus exportaciones agropecuarias. De hecho, y esto quizás no es apreciado lo suficiente, Argentina mantuvo su disciplina fiscal por varios años después del abandono de la paridad. En España, por el contrario, nos seguiríamos encontrando con un déficit importante al día siguiente de salir del Euro, probablemente agravado por esta salida (como decíamos antes, nuestra estructura de exportaciones es muy diferente) y que no podríamos financiar en los mercados internacionales.
Volviendo al comienzo. Nadie sabe a ciencia cierta que pasaría si España se sale del Euro. El ejemplo de Argentina en 2001-2002 no es ni tan positivo como se nos vende ni particularmente útil como comparación. Algunos de nosotros fuimos muy escépticos cuando el Euro se creó. Ni pensábamos que las ventajas del mismo fueran suficientes para compensar sus costes ni que el diseño institucional de la Eurozona fuera el correcto. Y si creemos que el tiempo nos ha dado la razón, ahora somos también escépticos acerca de su ruptura. En situaciones con gran incertidumbre sobre las consecuencias de las decisiones de política, uno debe ser más cauto que nunca antes de tomar una drástica decisión.
En medio del vendaval que sacude a España, el Tesoro se prepara para hacer frente a las turbulencias y continúa contando con un colchón de seguridad de 44.000 millones de euros depositados en el Banco de España y en otras entidades financieras. La cifra aunque sigue siendo elevada ha caído un 19% respecto al mes de marzo.
Fuga de capitales: casi 100.000 millones salen de España en tres meses
La salida neta de capitales del país (sin contar con las operaciones del Banco de España) alcanzó los 97.090,9 millones de euros en los tres primeros meses del año como consecuencia de la huida de inversiones en cartera, préstamos y depósitos.En el mismo periodo de 2011 el saldo era positivo y se acumulaba una entrada neta de capital de 20.887,1 millones, de acuerdo con los datos de la balanza de pagos publicados hoy por el Banco de España.
Las inversiones en préstamos, depósitos y "repos" (operaciones con pacto de recompra) acumularon salidas netas por valor de 75.762,1 millones, lo que supone multiplicar por 65 el importe huido un año antes (1.158,8 millones).
Las inversiones de cartera generaron salidas netas por valor de 34.385,2 millones, frente a las entradas netas de 22.817,6 millones en el mismo período de 2011.
Frente a las fugas de capital, las inversiones directas originaron en los tres primeros meses del año entradas netas de 7.940,1 millones, cuando un año antes salían 3.520,3 millones. También los derivados financieros originaron entradas netas por valor de 5.116,3 millones, casi el doble de lo registrado en el mismo período de 2011.
Medios para prevenir la retirada
Por otro lado, el presidente del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi, ha asegurado este jueves que dispone de los medios necesarios para prevenir retiradas masivas de depósitos como consecuencia de la crisis bancaria en países como Grecia o España. "Tenemos todos los medios para hacer frente a esto por lo que se refiere a los bancos solventes", ha explicado Draghi al ser preguntado por los eurodiputados en la comisión de Asuntos Económicos del Parlamento Europeo.